Durante muchos años he rodado en moto. Desde los
doce años me invadió la fiebre de estos hermosos aparatos de dos ruedas, en esa
época, en un pequeño motor 125 CC, una motocicleta marca honda, de referencia
XL125 y de color rojo, me mostro la diferencia entre ver como disfrutaba la
gente de el paisaje, los climas, las carreteras y lo distinto que es cuando es
uno mismo el que puede disfrutarlo, bien dice el dicho “eres historia o haces
historia”, por lo que decidí aceptar la invitación de un primer viaje, aventurarme
en el mundo de la moto, donde veía todos los paisajes, climas, carreteras,
culturas y demás, pues claro, si no iba durmiendo en la silla del pasajero de
un carro, porque hay que decir las cosas como son, cuando uno viaja en carro o
en bus, aun mas si vas de pasajero, vas es durmiendo, tus largas jornadas de
viaje no son más que una deshidratación constante, una cascada de babas con
final de cojín o cabecera, si por defecto no terminas partiéndote el cuello en
el vaivén de las curvas y los baches, terminando tu viaje mucho mas agotado de
lo que saliste, ni que decir de la infaltable pregunta cuando despiertas
repentinamente ¿ya llegamos? ¿Y dónde estamos? Definitivamente de tu viaje no
te queda sino el recuerdo de las dramamine (pastillas para el mareo) y la marca
de las babas a un costado de tu boca.
Pues definitivamente me embarque en dicha motocicleta, con una pequeña maleta y
dos mudas de ropa, rumbo a Urabá, una tierra definitivamente hermosa y llena de
riquezas, con vara de pesca, dos chocolatinas en los bolsillos y una caja de
chicles inicie mi viaje, con la única protección de una careta de enduro que a
duras penas evitaba los ojos llorosos y el tragarte los mosquitos del camino.
Así inicio mi primer viaje, del cual creo nunca me olvidare, pero esa es otra
historia, solo puedo contarles por ahora que llegue con varios pescados, dos
bolsas de mamoncillos, una de tamarindos y pantano hasta por donde yo creía que
no entraba. Una vez tuve mi primer moto el primer implemento que compre fue un
casco integral cerrado, objeto que ocasionaba cierto atractivo en la fuerza
pública, claro, si cada que un policía me veía, me paraba y la respectiva
requisa, pues la ignorancia y la situación de orden público del país en dicha
época no daba para más, era la época del famoso Pablo Escobar, portar un casco
era un sinónimo de delincuente y ni que decir del ir en una moto.
En fin, fueron muchos los cambios hasta el
presente, incluso una larga temporada sin volver a montar en moto, pero un día
me levante agotado de los trancones, el gasto elevado de combustible, las
dificultades de parqueo y demás propias de un carro, así que llego un amigo a
visitarme y me dijo: voy a vender mi moto, cuanto le dije, me dio un valor algo
propio de su desbaratada moto y pues finalmente y ese mismo día ella se quedo
conmigo, cuantos problemas me dio ese aparato, pero era algo así como un hijo
bobo, que por más problemas que de, uno lo sigue queriendo mucho mas. Con el
pasar del tiempo volví a montarme en un motor 125, marca honda y de color rojo,
una NXR que bautice María Camila, ya la verán en fotos, lo curioso de esta moto
fue que un día llego un amigo y me dijo, hay unos locos que se reúnen en la
avenida 33 y tienen un club de motos, viajan y hacen un montón de cosas con sus
motos, vamos para que los conozcas. Resultado final estos amiguitos
motociclistas se convirtieron en mi familia frecuente, aprendí a compartir con
ellos, rutas, viajes, repuestos, calcomanías, camisetas y cuanto cachivache
existía referente a las motos. Con tanta pasión compartíamos el tema que con el
tiempo descubrí que a la vez, varios clubes estaban metidos en una asociación
de clubes de motos, con la que tenían una pequeña idea de representar a los
clubes de motos ante el estado o la administración, haciendo procesos de
cultura en motociclistas. De lo ultimo termine siendo unos de los lideres,
hasta llegar al punto de convertirme en una especie de referente para los
motociclistas, labor que aun hago y que disfruto mucho, pues se me volvió un
gran proyecto socio cultural y más que eso, una labor de patriotismo, pues para
vivir en un país mejor, hay que trabajar en él y por él.
La motocicleta no es simplemente una maquina de
acero y plástico, es más un estilo de vida y de por vida, pues nosotros dejamos
de ser motonetos, nos volvimos motociclistas y con el pasar del tiempo
terminamos siendo MOTEROS, sin importar el tipo, marca, cilindraje o clase de
moto, mucho menos su valor, lo importante de tu
moto es saberla vivir, o mejor dicho disfrutarla como debe ser, así en
un principio la hayas comprado simplemente para transportarte o por motivos
laborales, tu motocicleta es un ser vivo, con alma y pensamiento propio, la
cual te seduce y te lleva a vivir un mundo diferente, el mundo de la ruta.
Definitivamente me enamore de estos aparatos,
pasando a tener de casi todo tipo de motos y cilindrajes durante lo largo de mi
vida, pero lo más importante fue tener la oportunidad de vivir la experiencia
de la cultura motera, incluso siendo la moto la cuota inicial del cuento, pues
alrededor de ella giran lugares, productos, vestimentas, personajes, culturas y
quien sabe cuántas cosas más. En mi moto, llego donde un carro nunca llegara y
lo mejor, no babeo, no me duermo, no tomo pastillas para el mareo y aun
conservo el cuello, la pregunta de si ya llegamos o donde estamos nunca se
hace, y los amigos que he logrado conocer enriquecen mi vida y mi ser, pues un
motero no solo es tu amigo, sino tu familia donde quiera que vayas, porque en
la ruta se construye familia.
Tanta gente pregunta por estas experiencias y por
cuantas cosas giran alrededor de las motos, que decidí construir un espacio
donde esa familia motera y los que apenas inician en esta adicción de las
motocicletas tengan la oportunidad de
conocer un poco desde mi punto de vista y mi propia experimentación, unas notas
de viajes, relatos, pruebas de maquinas, indumentarias, accesorios y demás, que
te ayudaran a recordar y aprender un poco más, a reírte y darte cuenta que como
vos, son muchos los que hemos pasado por la misma parte de la ruta, nos hemos
puesto el impermeable bajo el puente en mitad de la lluvia, nos hemos tragado
el mismo hueco, varado por la misma pendejada, gritado “hijueputa” cuando nos
dejan caer un casco o peor aún, la moto en un lavadero, pinchado y quedado sin
combustible, y quien sabe que mas historias.
Acá les dejo pues la razón de ser de este blog,
simplemente quiero compartir con ustedes un poco de esta experiencia en la
silla de mi moto, o mejor dicho de mi consentida, mi señora, que también les
contara sus propias historias, porque para hablar con propiedad de
motociclismo, hay que ser un motero, no siendo mas, les pido que disfruten de
este humilde blog, de mis historias y que me enriquezcan con las suyas, mi
garaje es su garaje, lo único que me queda por decirles es Que el cielo ponga
el viento en sus caras, el sol en su espalda y el pavimento en sus ruedas.